miércoles, 2 de noviembre de 2011

Dia de Muertos

Hoy por la noche, hablaremos...

  Esta es una de las celebraciones que más disfruto y que aprender a querer, conservar y esperar año con año, siempre ha tenido su costo.

  Sería algo agotador recordar cuándo entendí lo que significa que alguien muera, desde la muerte de mi abuela a los 14 años, hasta la muete de mis tíos abuelos, mis primos, mis vecinos y claro, mis entrañables y muy queridas amigas.


  Antes de escuchar de tanatología o de terapias de llanto, (muy buenas para la salud, por cierto), realmente entender la ausencia física de alguien querido es empezar a apostar por nuestra capacidad de recordarlo y de continuar viviendo con lo que hayamos aprendido de esa persona..


  A esto se suma el poder entender lo que significa extrañar, echar de menos a alguien; lograr valorar sus palabras, esos regaños y enseñanzas que nos llevan a la clásica frase de:

"cuánta razón tenía cuando decía que un día..."



  A partir de la primera ofrenda de muertos que ayudamos a poner pensando en la visita de alguien querido, mirar las velas y sentir su presencia, esta celebración del Día de Muertos cobra su sentido tradicional.


  Ojalá todos hayan escuchado un par de historiasl sobre las visitas de las ánimas. 


  Quizás alguno creyó escuchar la llegada de ellos al altar preguntando si estaban sus platillos favoritos o si había suficente lugar para todos.


  Algunos afortunados seguro han sentido esa caricia y ese olor de quien tiene mucho tiempo que no vemos, pero que en días como hoy nos regala su energía.


  La familias que somos numerosas suelen hacer intercambio de comida y de ofrendas, para tener un poquito de cada cosa.


  Si bien mi abuela utilizaba hasta 3 mesas llenas de comida y una cera para cada persona a la que recordaba; sus compadres en Santa Cruz hacían 5 tipos de tamales y hasta 3 tipos de moles para el altar.


  Lo más bonito es ver una gran variedad de panes, de guisos y de olores.


  Me da mucho gusto que incluso la familia y amigos que viven fuera de México ponen sus altares, arreglan un espacio, ponen una calaverita, las fotos, las ceras y la comida. 


  Es de verdad una muestra de respeto y de gratitud porque claro, todos tenemos a un par de queridos amigos, familiares y conocidos que nos dieron momentos de su vida, para vivir ahora en parte de la nuestra.


  Antes de empezar mis tarjetas de Día de Muertos ya tenía gusto por esta fiesta, pero después, conforme se sumaron más ausencias y más veladoras en mi altar personal, esta celebración se convirtió en mi Corte de año.




  Encontré el espacio y las razones suficientes para sumar mis pérdidas, para ver cuáles han sido superadas,  convertidas en aprendizaje y cuánto más no logro resolver.


  Como seres humanos estamos en búsquedas constantes, para otros cada día es una conquista, para algunos más es una opción vivir o sobrevivir... pero cuando llega el Día de Muertos, para mí es una convensión de personas queridas a las cuales les puedo dar las gracias por seguir conmigo, muchas veces también les pido perdón por la cantidad enorme de cosas que no logro cumplir... pero siempre, les tengo conmigo.


  Tendría que tener una base de datos de toda la gente que ha partido y de los velorios a los que vamos cada año para saber a cuánta gente hemos acompañado en sus pérdidas. 


  Esta fiesta de Muertos es el espacio perfecto para saber si es que nosotros hemos superado esos cambios; si es que ya somos mejores que el año anterior...


  Si aquella muerte nos tomó por sorpresa, hoy ya no brindamos con ellos, al contrario, hoy compartimos nuestros recuerdos en uno o más altares...


  Desde las primeras tarjetas que armé he podido comunicarme mejor y saber que cada año me acerco a algo nuevo. 


  Lo que escribo en ellas me ayuda a sentir esa conexión, las fotos que selecciono son mi resumen personal del año; son todo un ritual previo a tener el altar en casa, ver que las ceras no estén apagadas y ver que la comida poco a poco se va consumiendo.


-  Como el Tequila que ponemos a mi abuelo,


-   Como los dulces que compartimos desde el día primero,


-    No falta el mole, que no va a ser tan rico como el de mi abuela o mi tía Loreto,


-     Ahí están las copas que cada año compra mi madre para poner sus veladoras  


-      Estrena el mantel que cose o pinta sólo para estos días.


-       Siempre espero el dulce de calabaza que mi tía prepara...


  Cada cosa de un altar, es también una forma de dar gracias y de recordar; seguro que faltarían las flores favoritas, los panes que más buscaban y hasta parafinas de varios tipos, pero cada altar tiene su sentido de ser y su momento para recordar. 


  Por eso su valor siempre está relacionado con las emociones que ponemos en hacerlo, en dedicarle un espacio y sobretodo, en darle nuestras ilusiones y nuestro día para escuchar, para sentir, para oler y hablar con ellos.


  No les importe que sean pequeños, las emociones caben en todos lados y la luz de cada vela es suficiente para iluminar el camino que los lleva a nosotros.


  No podría dejar de pasar hoy sin mi tarjeta anual.


  Cada año tiene un tema y cada año, casi me resulta profético... no me culpen, sólo pasa...


  Este año, cuando damos entrada al 2012, lo que he pensado, vivido, resuelto y seleccionado lo comparto con ustedes.


  Mis emociones lo presienten, el tiempo no se equivoca... sea cual sea tu momento...


No te adelantes...

  


  Les amo. 
   Les quiero,
    Les necesito...


Salova